Plataformas para la vida flotante
Debajo de la extensa megalópolis llamada Ciudad de México existe otra ciudad conformada por las instalaciones del Sistema de Transporte Colectivo (STC). Ambas están interconectadas a través de los recorridos de los usuarios, quienes las utilizan no sólo motivados por necesidades prácticas, también viven ahí, por ejemplo, sus encuentros amorosos o las conversaciones que suceden tras la jornada laboral, así como otras experiencias inevitables que solo pueden ocurrir en la cotidianidad del transporte público.
Lo cierto es que estos hechos moldean el paisaje urbano a través de nuestras respuestas corporales y conductuales a fuerza de implicarnos en un recorrido que reta constantemente nuestra sensorialidad. Pocos podrán negar que recorrer el “Metro” es una actividad densa, la cual está obligada a obviar las características de arquitectura y diseño de su infraestructura en favor de concentrarse en el uso efectivo del tiempo, así como en las incesantes negociaciones espaciales tanto en sus andenes y pasillos como al interior de los vagones.
e concentrarse en el uso efectivo del tiempo, así como en las incesantes negociaciones espaciales tanto en sus andenes y pasillos como al interior de los vagones.
Melvin Lara (Morelos, 1984) ha apostado por enfocar su mirada en aquellos espacios dentro de los cuales se desarrolla esa porción de vida, que podríamos designar como “flotante”, con todas sus alegrías y contrariedades. A través del video y la fotografía recorremos los pasillos de sus estaciones de correspondencia a un ritmo suave, el cual permite una contemplación inédita de su amplitud. También se nos ofrecen las vistas desnudas de los andenes, ese umbral donde se verifican en segundos el paso de la contención al desbordamiento.
Si bien la ausencia de usuarios es la regla en cada toma de la serie, esta cualidad nos obliga a mirar con atención y reconocer de nueva cuenta esos lugares de los cuales nos apropiamos diariamente motivados por la necesidad, aunque en otras ocasiones movidos por el afecto. Lara ha tenido cuidado al incluir espacios renovados con los que conservan elementos de su diseño original. Este cruce de temporalidades subraya la historia propia del STC que cumple ya medio siglo de actividad continua.
El paisaje tiene una doble función en este proyecto. Por una parte existe como experiencia social porque en el “Metro” se tejen diversas subjetividades a partir de su apropiación dinámica cuya convergencia no es meramente circunstancial: ponen a prueba la eficiencia del Sistema al calor de una frágil convivencia que oscila sin descanso entre la armonía y la rispidez. Por la otra, el STC produce paisaje. Sus recorridos elevados y en la superficie ofrecen una perspectiva única de la trama urbana, la cual nos recuerda las particularidades del perfil urbano según la ruta sobre la cual hacemos nuestro recorrido.
La última fase de la propuesta incorpora a la documentación de los viajes internos el recorrido por los alrededores de algunas estaciones. En clara continuidad con Noctámbulo, una serie previa, Lara ofrece una versión inédita de la ciudad a partir de su lectura estructural, expuesta, a medio camino entre la documentación arquitectónica y la representación escenográfica. En su mirar atento a las pausas de la vida en las calles nos ofrece una alternativa para navegar la ciudad: la posibilidad de contemplarla.
Irving Domínguez, agosto del 2019, Ciudad de México.